martes, 17 de junio de 2014

Una vez cobarde... cobarde por siempre

Y sí. Una vez cobarde, el cobarde lo es para siempre. Se acomoda en su zona "segura", de "confort", en la que puede controlar todo lo que ocurre a su alrededor, en especial las emociones: las suyas y las ajenas. Se acomoda porque es más fácil vivir y convivir en un entorno controlado, sin lugar para las sorpresas, sin lugar para los cuestionamientos, sin lugar para la ruptura de paradigmas, sin lugar para vos que lees a través de sus eufemismos, que le hablás de frente y sin rodeos, que te atrevés a decirle lo que querés, lo que te gusta, lo que te molesta, que te atrevés a ser vos misma.

Pero el cobarde sabe que fuera de su esfera de control hay un universo de posibilidades, de mujeres capaces de volverlo loco, de hacerlo perder el control y por ende, hacerlo sentir vivo. Mujeres como vos, que no son la princesa de nadie, que no esperan encerradas en la torre de ningún castillo, que se rescatan solas. 

Al cobarde le emociona descubrir lo que una mujer como vos es capaz de provocarle. Pero una vez más su cobardía lo terminará haciendo volver a su zona de confort en la que vos no tenés cabida. Se alejará pensando que no tiene nada que perder, que lo que deja atrás es algo accesorio y fácil de reemplazar en su mundo de emociones controladas. 

Sin embargo, debes tener cuidado porque cuando se dé cuenta de que en realidad no eras ni accesoria, ni reemplazable, intentará volver y no de frente, porque eso escapa a sus posibilidades. Intentará volver a medias, -como estuvo siempre- querrá llevarse una dosis de tu grandeza para tratar de cubrir un poco de su pobreza de alma. Se disfrazará de oveja desorientada y pedirá tu auxilio y cuando se sienta seguro de haberte hecho caer, te romperá de nuevo y seguirá su camino. Porque cuando se crece cobarde, se es cobarde para siempre.

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