martes, 17 de junio de 2014

Una vez cobarde... cobarde por siempre

Y sí. Una vez cobarde, el cobarde lo es para siempre. Se acomoda en su zona "segura", de "confort", en la que puede controlar todo lo que ocurre a su alrededor, en especial las emociones: las suyas y las ajenas. Se acomoda porque es más fácil vivir y convivir en un entorno controlado, sin lugar para las sorpresas, sin lugar para los cuestionamientos, sin lugar para la ruptura de paradigmas, sin lugar para vos que lees a través de sus eufemismos, que le hablás de frente y sin rodeos, que te atrevés a decirle lo que querés, lo que te gusta, lo que te molesta, que te atrevés a ser vos misma.

Pero el cobarde sabe que fuera de su esfera de control hay un universo de posibilidades, de mujeres capaces de volverlo loco, de hacerlo perder el control y por ende, hacerlo sentir vivo. Mujeres como vos, que no son la princesa de nadie, que no esperan encerradas en la torre de ningún castillo, que se rescatan solas. 

Al cobarde le emociona descubrir lo que una mujer como vos es capaz de provocarle. Pero una vez más su cobardía lo terminará haciendo volver a su zona de confort en la que vos no tenés cabida. Se alejará pensando que no tiene nada que perder, que lo que deja atrás es algo accesorio y fácil de reemplazar en su mundo de emociones controladas. 

Sin embargo, debes tener cuidado porque cuando se dé cuenta de que en realidad no eras ni accesoria, ni reemplazable, intentará volver y no de frente, porque eso escapa a sus posibilidades. Intentará volver a medias, -como estuvo siempre- querrá llevarse una dosis de tu grandeza para tratar de cubrir un poco de su pobreza de alma. Se disfrazará de oveja desorientada y pedirá tu auxilio y cuando se sienta seguro de haberte hecho caer, te romperá de nuevo y seguirá su camino. Porque cuando se crece cobarde, se es cobarde para siempre.

viernes, 28 de marzo de 2014

No más príncipes.

Los hombres que esperan estar con cincuenta millones de italianas son el cuerpo que nos muestra que existe el machismo. Hombres educados para reprimir sus emociones, educados para razonar sus afectividades, educados para sentirse con el poder y el derecho de tener cincuenta millones de italianas y sentirse como príncipes.  

Y vos que no sos ni princesa ni bella durmiente, sos mujer de ojos bien abiertos y poderosos, capaz de descubrir como "ese príncipe" se esfuerza para actuar como el hombre duro y fuerte que le enseñaron a ser, capaz de desafiarlo y romper sus paradigmas, le das miedo, mucho miedo, tanto miedo que se irá lejos de ti......por supuesto a buscar a las cincuenta millones de italianas.  



"La bella durmiente cierra los ojos pero no duerme, está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño aún más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe: sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos". Marco Denevi.

martes, 21 de enero de 2014

Si le sabe... mejor no la cante

“Tú, la misma, siempre tú,
Amistad, ternura, ¡qué sé yo!
Tú, mi historia has sido tú,
 la historia de un amor, que no fue nada
(…)
Tú, mi oculta amiga tú
un golpe de pasión
amor de madrugada
No existe un lazo entre tú y yo
nada de amores
nada de nada
Tú, la misma de ayer
la incondicional
la que no espera nada
tú, la misma de ayer
la que no supe amar
no sé por qué” (…)

¿Le suena familiar la letra de esta canción? Sí, pertenece a una de las que mayor éxito le ha dado al cantante mexicano Luis Miguel, a finales de los años 80 y principios de los 90.

La canción describe a la perfección el tipo de relación tóxica de la que ya hemos hablado en este espacio anteriormente. Sí la del tipo “indeciso” que gusta de establecer “relaciones” en las que recibe todo a cambio de “estar sin estar”.

Y es que el sujeto en cuestión no se conforma –en la praxis- con la sola amistad, no, siempre deja entrever que tiene un interés adicional, llámese atracción física, sexual, “complicidad”, etc., pero cuando se le encara para que defina de una vez por todas sus intenciones, entonces como buen pusilánime manifiesta que él solo quiere tenernos cerca como “su amiga”.

Amiga que actúa como novia pero que jamás llegará a serlo, tal como dice la canción: “la incondicional, la que no espera nada”. Ése es el sueño de relación de muchos que andan por ahí con la idea de estar disponibles para cuanta mujer se aparezca y exprese sus deseos de acostarse con ellos, algo que como ya hemos dicho, sólo ocurre en sus mentes.

Lo grave de que existan canciones como la trajimos a colación al inicio de este post, es que se vuelven un éxito precisamente entre nosotras, sí, las que sin darnos cuenta asumimos el rol de “mujer que no espera nada”, de “incondicional”. Y es que la canción suena hermosa ¿no? Pero ¿ya le pusiste atención a lo que dice? ¿Ya te diste cuenta de que sólo contribuye a reforzar la idea de que se puede tener todo sin entregar nada a cambio? ¿De que siempre habrá una ilusa lo suficientemente necesitada de cariño que acepte ser la novia de un tipo que en realidad es y será simplemente “su amigo” –con derechos, claro-?

Lo complejo de las relaciones de pareja es que son además, terreno–casi siempre-, de relaciones desiguales de poder que nos dejan, a nosotras, en desventaja frente a todo un aparataje de educación formal e informal, religión, publicidad, medios de comunicación en general y hasta del arte, en este caso en particular, la música, que nos enseña a consumir e interiorizar la idea de que hay que conformarse con lo que te dan porque no estamos en condición de exigir más, de exigir lo que en realidad queremos, vaya ni siquiera de expresarlo en voz alta, porque el fulano en cuestión te puede dejar. Y claro, ellos tienen cincuenta millones de italianas esperándoles, pero en cambio a nosotras, nos hacen creer que no habrá ninguno que nos vuelva, ni siquiera, a ver.


sábado, 11 de enero de 2014

Ser o no ser... estar o no estar: ésa es la cuestión

Y sí, de repente sucede que una pasa por esas relaciones en la vida en las que lo único que puede darse por cierto, por seguro, es el limbo: limbo emocional derivado de la falta de decisión de ese "alguien" con quien una se involucra. 

Es fácil caer en estos agujeros negros, porque siempre ocurren con personas que tienen muy buena conversación, con las que una comparte muchos intereses, puntos de vista, en fin "puntos de encuentro", como me dijeron alguna vez. Y si a eso le sumamos la compatibilidad física, la ecuación está hecha y lo único que podemos esperar es: nada.

Nada, porque la falta de decisión es en realidad una decisión ya tomada pero que no desea ser presentada como tal. Esa falta de decisión es en realidad un NO, un "no quiero algo más", "no quiero comprometerme emocionalmente", "no quiero asumir lo que siento por vos". 

Cuando una no está en busca de "algo más", esa falta de decisión no resulta problemática, es más, puede resultar hasta cómoda. Lo complicado y doloroso es cuando en esa dinámica de "estar sin estar" una se involucra y termina queriendo ese "algo más" que simplemente no va a llegar, por más "señales" confusas que se reciban.

La mayoría de hombres "indecisos", esos que parecen huirle permanentemente al compromiso, siempre encuentran a una persona con la que se sienten bien, con la que disfrutan pasar el tiempo y compartir más allá del sexo, es decir, lo más parecido a una novia, de hecho, una mujer que se comporta como si fuera su novia. Y es que luego de algunas experiencias -propias y ajenas- he llegado a concluir que este tipo de hombre lo que busca es tener los beneficios de una novia pero sin asumir jamás, la responsabilidad emocional que ello implica, claro deben estar "disponibles" en todo momento por si se aparecen los cincuenta millones de italianas que mueren por tener sexo con él, sí esas cincuenta millones de italianas que solo existen en su cabeza.

viernes, 3 de enero de 2014

Alegre y demasiado viva

Este fin de semana estuve en casa de mi madrina, una mujer de más de 60 años, feminista como ella sola, una madre para mí. Le conté de los últimos sucesos de mi vida amorosa, de cómo le había dicho a un hombre que no me gustaba para amante, sino para novio cursi y de cómo él había respondido que su vida es "demasiado complicada en este momento".
 
Ella que ya más de alguna vez se ha preguntado -y me ha preguntado- si no habrá sido un error contribuir a que yo sea una mujer feminista, más libre y con más aplomo -lo cual no se dio de la noche a la mañana, sino que ha sido un proceso-, se quedó pensando un rato y luego me contó que hace muchos años, más de 40, cuando ella estaba en la plena juventud, se acostumbraba tener un cuaderno de recuerdos, una libreta en la que se le pedía a los y las amigas que escribieran algo, un poema, una dedicatoria, un dicho o cualquier ocurrencia que al escribiente le saltara a la cabeza cuando se le hacía la solicitud. Mi tía que también estaba ahí y que también había tenido uno de esos cuadernos, comenzó a recordar algunas de las dedicatorias como aquella de "a la mujer de casa y honesta, casarse poco le cuesta" o "amor reñido es más querido", refranes que parecen no ser de hace décadas, sino que parecen seguirse aplicando.
 
Mi madrina, que tenía en mente mi breve y esporádica historia con el tipo de la vida complicada, dijo entonces que creía que a mí podía aplicárseme uno de los "recuerditos" que alguien había escrito en su cuaderno y que la había impactado en aquél entonces -cuando aún no era feminista, pero ya tenía la personalidad arrasadora de ahora- y que seguía resonándole en la cabeza a pesar de los años pasados: "Eres alegre y demasiado viva para ser la mujer definitiva".
 
¿Eres alegre y demasiado viva para ser la mujer definitiva?
 
Ese dicho era la contraparte del que había mencionado mi tía, el de la mujer de casa. Yo no soy una mujer de casa, no, para nada. Me encanta cocinar y ocuparme  de la decoración, pero hasta ahí llegan mis cualidades puramente femeninas y domésticas. Sé pegar botones, planchar, echar la ropa a la lavadora y claro, hago la limpieza cuando la maravillosa mujer que me ayuda en casa está de vacaciones o se enferma o cuando un feriado toca el día que ella viene a casa a hacer todo aquello que detesto, que también detestaba mi madre, como barrer, sacudir, trapear. Tampoco soy del tipo de mujer que calla y que no opina, ni del tipo de mujer que no dice lo que siente para no herir a su hombre. Además soy amiguera, no parrandera porque nunca me ha gustado el ruido de las discotecas y claro, tengo dos pies izquierdos para bailar. Soy independiente económicamente desde hace muchísimo tiempo, vivo sola o a veces con alguna amiga. No soy una mujer de casa. También, decía mi madrina, he leído más de lo que leerán la mayoría de hombres en su vida, tengo una visión crítica de la vida y de los roles que se adjudican a hombres y mujeres.
 
Soy demasiado alegre y demasiado viva. Quizá sea por eso que atraigo a los hombres, soy buena plática, me río del mundo y he aprendido a reírme de mí misma. Pero peco de no tener filtro, de decir lo que quiero y he ido aprendiendo que si algo no me gusta o me molesta es necesario hablarlo antes de que por dentro las cosas se acumulen y estallen un día cualquiera provocando una masacre de sentimientos. Es probable entonces que la franqueza que me caracteriza sea lo que me hace demasiado viva para ser la mujer definitiva, ya que un amigo me decía que seguramente mi "directa" de "me gustás para novio cursi" o de "me gustás sólo para amante" o "me gustás sólo para amigo" sea lo que hace que los hombres se asusten y piensen que si se quedan conmigo, desaparecerán los 50 millones de italianas.
 
 
 
 
 
 

jueves, 26 de diciembre de 2013

Cincuenta millones de italianas

Cincuenta millones de italianas. Ese es justo el número de mujeres vestidas, desnudas, a punto de desnudarse, con disfraz de conejita, enfermera, con leather suit, que los hombres imaginan que hay fuera de su casa, a punto de tocar a su puerta, esperando, ansiosas, con todas las ganas del mundo para acostarse con ellos, para darles horas y horas de sexo sin ningún tipo de compromiso.

Sí, la cosa es así de simple, los hombres que no quieren compromiso, que quieren algo intermedio entre la amistad y una relación, temen perder la oportunidad de coger, acostarse, "hacer el amor" con la larga lista de potenciales mujeres a las que podría ocurrírseles o antojárseles estar con ellos. Mujeres muertas de ganas abrirles el cuerpo sin pedirles nada a cambio.

Si a una de éstas -aún vestida de conejita o de maestra de colegio católico- se le ocurriera abrirle el alma, exponer deseos de algo más que cama, muchos pensarían en irse, salir corriendo, dar una excusa que bien puede resumirse en la vieja y conocida frase de "no sos vos, soy yo" (no estoy listo, tengo una vida complicada, quiero dedicarme a mi arte, discúlpame creí que sólo éramos amigos, dejá que resuelva algunas cosas y te busco, me estoy divorciando, etc.).  También están los que dicen, en resumen, "vos te armaste la peli" y los que dicen "creí que las cosas estaban claras desde un inicio".

Y sí, hay hombres con los que las cosas están claras desde el inicio, los que le piden a una que sea su novia antes de proceder a la habitación, los que uno quiere profundamente y que sólo son amigos con los que a veces las cosas pasan, y aquellos con los que hay un acuerdo -tácito o hablado- de ser sólo amantes, esos con los que una funciona sólo en la cama y con quién no hay nada de qué hablar, no existen puntos en común más que los cuerpos.

Esto no es cosa de villanos y santas, las mujeres no somos "santas" en ese sentido de la palabra, ni tenemos por qué serlo. Esto es cosa de tener las reglas claras desde el inicio.

El problema se da cuando una se encuentra a uno de esos con los que se da todo el juego, la seducción, la plática rica, las carcajadas, momentos de intimidad no sexual, buena cama, ricos besos, salidas, uno de esos con los que las cosas duran meses, incluso años y con los que se tiene todo lo que un noviazgo implica, excepto -claro- el título.

Es el título de "novio" lo que asusta a los que no quieren compromiso, a los que piensan en los cincuenta millones de italianas con las que ya no podrán coger si se dejan atrapar. Aunque esto no es cosa de villanos y santas, ¿no sería más fácil, más práctico y menos dramático si estos hombres, en lugar de armar todo el cuento, dijeran desde el inicio que no les gusta el título de novio?

Los amigos a quienes se los he planteado, responden, más o menos con las mismas palabras: más práctico sí, pero eso deja muchas menos oportunidades de tener sexo. Las amigas tienen respuestas distintas: "pero es que no sabés si en el camino se deciden, por eso hay que darles chance", "eso sería lo mejor, así una no pierde el tiempo (es decir, no me acuesto con él)".

Los hombres están conscientes de ello, de que al final de cuentas la cultura occidental hace que sea cierto aquello de que las mujeres buscan amor y los hombres sexo. Si ellos no crean la ilusión, aquella -que no es italiana pero que parece estar dispuesta a darle una encamada- no va a querer nada. Habrá mujeres más libres, que en realidad no buscan nada más que cama y buena plática. Por desgracia para los hombres, estas no son la mayoría.

La posibilidad de no tener sexo, es seguramente un dilema más masculino. Incluso las mujeres que sabemos que a veces es justo y necesario darle gusto al cuerpo, es probable que prefiramos pasar del sexo si la relación no apunta hacia lo que deseamos.

El problema es tener claro lo que se quiere y contar con la seguridad necesaria para decir, vos a mi me gustás para:
a) novio/a cursi
b) amante
c) amigo/a
d) nada

De lo contrario, si una calla y responde como alguna de mis amigas "que hay que dar chance para ver si en una de esas se decide", las consecuencias pueden ser nefastas, especialmente si se trata de uno de esos que sueñan con los cincuenta millones de italianas.