jueves, 26 de diciembre de 2013

Cincuenta millones de italianas

Cincuenta millones de italianas. Ese es justo el número de mujeres vestidas, desnudas, a punto de desnudarse, con disfraz de conejita, enfermera, con leather suit, que los hombres imaginan que hay fuera de su casa, a punto de tocar a su puerta, esperando, ansiosas, con todas las ganas del mundo para acostarse con ellos, para darles horas y horas de sexo sin ningún tipo de compromiso.

Sí, la cosa es así de simple, los hombres que no quieren compromiso, que quieren algo intermedio entre la amistad y una relación, temen perder la oportunidad de coger, acostarse, "hacer el amor" con la larga lista de potenciales mujeres a las que podría ocurrírseles o antojárseles estar con ellos. Mujeres muertas de ganas abrirles el cuerpo sin pedirles nada a cambio.

Si a una de éstas -aún vestida de conejita o de maestra de colegio católico- se le ocurriera abrirle el alma, exponer deseos de algo más que cama, muchos pensarían en irse, salir corriendo, dar una excusa que bien puede resumirse en la vieja y conocida frase de "no sos vos, soy yo" (no estoy listo, tengo una vida complicada, quiero dedicarme a mi arte, discúlpame creí que sólo éramos amigos, dejá que resuelva algunas cosas y te busco, me estoy divorciando, etc.).  También están los que dicen, en resumen, "vos te armaste la peli" y los que dicen "creí que las cosas estaban claras desde un inicio".

Y sí, hay hombres con los que las cosas están claras desde el inicio, los que le piden a una que sea su novia antes de proceder a la habitación, los que uno quiere profundamente y que sólo son amigos con los que a veces las cosas pasan, y aquellos con los que hay un acuerdo -tácito o hablado- de ser sólo amantes, esos con los que una funciona sólo en la cama y con quién no hay nada de qué hablar, no existen puntos en común más que los cuerpos.

Esto no es cosa de villanos y santas, las mujeres no somos "santas" en ese sentido de la palabra, ni tenemos por qué serlo. Esto es cosa de tener las reglas claras desde el inicio.

El problema se da cuando una se encuentra a uno de esos con los que se da todo el juego, la seducción, la plática rica, las carcajadas, momentos de intimidad no sexual, buena cama, ricos besos, salidas, uno de esos con los que las cosas duran meses, incluso años y con los que se tiene todo lo que un noviazgo implica, excepto -claro- el título.

Es el título de "novio" lo que asusta a los que no quieren compromiso, a los que piensan en los cincuenta millones de italianas con las que ya no podrán coger si se dejan atrapar. Aunque esto no es cosa de villanos y santas, ¿no sería más fácil, más práctico y menos dramático si estos hombres, en lugar de armar todo el cuento, dijeran desde el inicio que no les gusta el título de novio?

Los amigos a quienes se los he planteado, responden, más o menos con las mismas palabras: más práctico sí, pero eso deja muchas menos oportunidades de tener sexo. Las amigas tienen respuestas distintas: "pero es que no sabés si en el camino se deciden, por eso hay que darles chance", "eso sería lo mejor, así una no pierde el tiempo (es decir, no me acuesto con él)".

Los hombres están conscientes de ello, de que al final de cuentas la cultura occidental hace que sea cierto aquello de que las mujeres buscan amor y los hombres sexo. Si ellos no crean la ilusión, aquella -que no es italiana pero que parece estar dispuesta a darle una encamada- no va a querer nada. Habrá mujeres más libres, que en realidad no buscan nada más que cama y buena plática. Por desgracia para los hombres, estas no son la mayoría.

La posibilidad de no tener sexo, es seguramente un dilema más masculino. Incluso las mujeres que sabemos que a veces es justo y necesario darle gusto al cuerpo, es probable que prefiramos pasar del sexo si la relación no apunta hacia lo que deseamos.

El problema es tener claro lo que se quiere y contar con la seguridad necesaria para decir, vos a mi me gustás para:
a) novio/a cursi
b) amante
c) amigo/a
d) nada

De lo contrario, si una calla y responde como alguna de mis amigas "que hay que dar chance para ver si en una de esas se decide", las consecuencias pueden ser nefastas, especialmente si se trata de uno de esos que sueñan con los cincuenta millones de italianas.

 

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